Juan de Sevilla Romero y Escalante fue un pintor barroco español, encuadrado en la escuela granadina de pintura como el más directo continuador de Alonso Cano, junto con Pedro Atanasio Bocanegra, con quien matuvo una relación de rivalidad. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “El rico epulón y el pobre Lázaro”, sin datación clara dentro del siglo XVII.
Nacido en Granada, Juan de Sevilla inició su aprendizaje con Francisco Alonso Argüello, mediocre pintor, completándolo en el taller de Pedro de Moya, siguiendo, según Antonio Palomino, «la manera fresca, y avandicada de su maestro». Palomino añade que habiendo conseguido unos bocetos de fábulas de Rubens, que él llegó a ver, «donde había muchos desnudos», «se aplicó tanto a seguir aquel estilo, y buen gusto, que verdaderamente su manera de pintar parecía ser de la escuela de Rubens». Palomino dice que era hombre rígido y de fuerte natural, y que tuvo pocos discípulos, añadiendo que ninguno en su casa, porque era muy celoso, lo que podría deberse a la diferencia de edad con su esposa, Teresa de Rueda, con la que casó con cuarenta y seis años, tras enviudar, teniendo ella dieciséis.
Con un estilo más personal que el de Bocanegra, combinando las influencias canescas con las flamencas, y con un dibujo y sentido de la composición más sólidos, además de ese conjunto de obras realizó otras muchas pinturas para iglesias y conventos granadinos. En “El rico epulón y el pobre Lázaro”, se representa aquí un episodio recogido en el Evangelio de San Lucas (XVI, 19-31), concebido como una escena de género. La escena tiene lugar en una estancia palaciega lujosamente adornada con estanterías llenas de objetos realizados en metales nobles. El último término está cerrado por un muro, decorado con relieves, que separa el edificio de un jardín que se adivina en la parte superior.
Columnas y una cortina enmarcan a los personajes situados en torno a una rica mesa, cuyo tablero de mármol, en el que se ven cuchillos, recipientes y restos de comida, reposa sobre unas patas de león. El epulón está ataviado de negro y a la usanza española de comienzos del siglo XVII; a su lado se sitúan una mujer de delicado rostro, que evoca los modelos de Alonso Cano y cuya ropa es cronológicamente posterior, y otro personaje que parece estar dando las sobras a los perros que riñen en el primer plano. El niño, en pie junto a la mesa, marca con su verticallidad casi el centro de la composición y, a la vez, sirve de enlace con los personajes situados a la derecha. Allí, el pobre Lázaro, semidesnudo, se adapta con su postura a la esquina del lienzo. Los juegos de luces y de sombras de los que es objeto hacen que sólo resulten iluminadas parte de sus extremidades y la cara. Su postura, situación e iluminación a contraluz evocan los recursos utilizados por los grandes pintores venecianos del siglo anterior y hablan de su conocimiento por parte del pintor granadino.
Junto con el personaje, que está a su lado en pie, forma una curva que a modo de paréntesis cierra la composición por el lateral derecho, desde donde una escalera asciende, evocando otras realizaciones habituales del pintor. Al fondo, haciendo uso de sentido narrativo, un cuadro representa la muerte del pobre que será llevado por los ángeles al seno de Abraham, como se refleja en la parte superior, a la derecha.
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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
“El rico epulón y el pobre Lázaro” (Siglo XVII), de Juan de Sevilla y Romero