“Escena báquica” (1626 – 1628), de Nicolas Poussin
Nicolas Poussin es el pintor más importante del siglo XVII francés y el maestro fundamental del clasicismo. Se formó en su región de nacimiento con un autor tardo-manierista y más tarde en París.

Nicolas Poussin es el pintor más importante del siglo XVII francés y el maestro fundamental del clasicismo. Se formó en su región de nacimiento con un autor tardo-manierista y más tarde en París. Gracias a la amistad que le unía con el poeta Giambattista Marino viajó a la península Itálica y se introdujo en los medios romanos intelectuales más avanzados, conociendo al tiempo a los mecenas y protectores de las artes en la Ciudad Eterna, donde se estableció. Su obra no fue ajena al vino. Esto lo podemos comprobar en “Escena báquica”, fechada entre 1626 y 1628.

El éxito de Poussin radica en el rechazo del caravaggismo, que comenzaba a pasar de moda, y en la adopción de los grandes ejemplos del Renacimiento, modernizados en un sentido clasicista barroco templado. Admirador de Giulio Romano, y sobre todo de Rafael, se dedicó a un clasicismo puro influido por Domenichino y por otros pintores de espíritu similar; así pronto poseyó una expresión artística personal, nacida del conocimiento de la antigüedad clásica -estudió textos, esculturas, bajorrelieves y restos arquitectónicos-, y de la profunda observación de la naturaleza. Su estiló se fue rodeando de un aura erudita de origen grecolatino y sus escenas comenzaron a aparecer compuestas con mesura y equilibrio. Hacia 1630 la influencia veneciana que alcanza a los autores del ámbito romano, enriqueció la intelectualizada estética del pintor revitalizando sus experiencias por medio del color. A lo largo de su vida ejecutó tanto escenas alegóricas, mitológicas o históricas, destinadas a una clientela escogida y culta formada por gentes letradas, como pinturas religiosas, dotadas de solemne monumentalidad, aunque a menudo frías. Aparte de estos temas se dedicó ampliamente al paisaje, unas veces como fondo de sus composiciones, y otras en calidad de verdadero protagonista; sus panoramas, bellísimos, son de una construcción lógica admirable, serenos o tempestuosos, pero con un aire de consciente intemporalidad. Poussin es el prototipo del artista filósofo, preocupado por la expresión de su arte, al que dotó de un sobrio contenido moral. Cada una de sus obras simboliza una acción humana que transmite un mensaje de notable hondura espiritual. Sus ideas se independizan del azar y sus composiciones se muestran pensadas hasta en los menores detalles.

El tema de “Escena báquica” es frecuente en la producción de Poussin. Presenta una bacante desnuda sosteniendo un cántaro mientras que un fauno caprípedo, coronado y ceñido por hojas de yedra, bebe de un vaso que levanta un amorcillo. En esta obra, en contraposición a otras posteriores, prima el desarrollo del tema sobre el entorno paisajístico, combinando la mitología con el culto al desnudo, lo que ha hecho pensar que la escena trata de un pasaje concreto aún por descubrir. La técnica, rápida y poco cuidada, se combina con una composición muy sencilla donde priman los colores apagados realzados por algunos toques de rojo. Se conserva una réplica de este lienzo en el Museo Pushkin de Moscú. Presenta también importantes semejanzas con La bacante y el sátiro, de la Galería Nacional de Dublín. Citado en el inventario de 1746 de la colección del rey Felipe V en el Palacio de La Granja de San Ildefonso, ingresó en el Museo del Prado en 1829.

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Un artículo de Alberto Muñoz Moral
Responsable de Comunicación de Licores Reyes
“Escena báquica” (1626 – 1628), de Nicolas Poussin
Alberto Muñoz 27 febrero, 2019
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