Porque no necesitas una bodega entera para sorprender a tus clientes
Pensar en una cata suele remitir a vinotecas, copas específicas, sumilleres con corbata y estanterías infinitas. Pero en realidad, cualquier bar o restaurante puede montar una experiencia de cata atractiva, rentable y adaptada a su espacio. No se trata de tener 200 referencias, sino de saber contarlas.
Una buena cata es una excusa perfecta para atraer público en días flojos, activar producto que ya tienes en carta y generar conversación de marca. Y lo mejor: no necesitas cambiar tu local ni tener formación especializada.
¿Qué tipo de cata puedes ofrecer?
Piensa en tu público, tu producto y tu espacio. Estas son opciones aplicables incluso en bares de barrio:
- Mini catas verticales: tres vinos de una misma bodega o variedad, servidos en medias copas.
- Catas cruzadas: una ginebra, un vermut y un bitter servidos con distintas tónicas o ingredientes.
- Catas temáticas por temporada: blancos frescos en verano, tintos especiados en otoño, sidras en primavera, etc.
- Catas de carta oculta: no mostrar el producto hasta el final, para potenciar sensaciones, como si fuera un juego.
👉 Ejemplo real: un bar en Tetuán hace “Jueves de etiquetas negras”: tres vinos distintos que solo se descubren después de la cata. Aforo limitado, 15 euros, y siempre repiten.
Cómo estructurar una cata sin complicarte
- 3 productos es el número ideal: no abruma, pero da variedad.
- Sirve en medias raciones o medias copas para reducir merma y controlar coste.
- Acompaña siempre con un pequeño bocado: queso, pan crujiente, aceituna, paté.
- Incluye una hoja impresa o digital donde el cliente pueda escribir o puntuar.
- Si puedes, cuenta algo: del productor, del origen, de la elaboración. No se trata de parecer un sumiller, sino de conectar con quien lo produce.
- Márcalo como experiencia puntual o efímera. Lo exclusivo vende.
Qué beneficios aporta a tu negocio
- Rotación de producto: excelente para mover vinos, destilados o referencias de poco giro.
- Ticket medio más alto: el cliente percibe valor añadido y lo paga.
- Diferenciación: no todos los locales ofrecen este tipo de experiencia.
- Engagement en redes: cada cata es contenido fácil para stories, reels y publicaciones.
- Fidelización: los que vienen por la cata, suelen volver con amigos.
Claves para comunicarlo bien
- Ponle nombre: “Tarde de vermuts”, “Viaje en tres copas”, “Noches de barrica”.
- Usa la barra para hacerlo visible: una pizarra, un cartel sencillo, una bandeja de muestra.
- Comunícalo en digital: redes, Google Maps, WhatsApp Business si lo usas.
- Lanza convocatoria con antelación, pero repite: no hace falta hacerlo una vez al año. Un jueves al mes puede convertirse en tradición.
No necesitas una vinoteca para montar una cata. Solo necesitas producto, un hilo conductor y ganas de compartirlo. En tiempos donde el cliente busca vivir más que consumir, estas experiencias tienen un impacto directo en tu caja… y en tu reputación.
Aprovecha lo que ya tienes, pero cuéntalo de forma distinta. Porque una buena cata no empieza en la copa, sino en la idea.